Pigmalión y Galatea: Profecías Autocumplidas





“Galatea never does quite like Pygmalion: his relation to her is too godlike to be altogether agreeable.”
― George Bernard Shaw, Pygmalion


Imagen de Stephanie, ilustradora. 
Obtenida de http://mohtz.tumblr.com

El mito de Pigmalión, de aquel hombre ilusionado con casarse únicamente con la mujer perfecta. Para olvidarse de su soledad, comenzó a esculpir hermosas esculturas. En el delirio de su arte, comenzó a fantasear con su más bella creación, a la cual había nombrado Galatea, enamorándose de ella. Pigmalión deseaba con todo su ser que Galatea pudiese cobrar vida. Pero no fue hasta el día que el escultor soñó con la diosa Afrodita que su deseo se hizo realidad. Conmovida por la pasión de Pigmalión, Afrodita decidió convertir a Galatea en una humana, para que este pudiese sentir el calor de su piel.

"Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos." -La Metamorfosis, Ovidio


A continuación se encuentra un extracto de un texto de Lia Katselashvili, titulado "El Mito de Pigmalión en la Literatura":


El hombre, inmerso en su soledad, ha forjado mitos a través de los que intenta explicar una realidad que le parece tan misteriosa como ajena. El tema de la metamorfosis ha dado lugar a un sinnúmero de obras artísticas y literarias, desde los orígenes de la expresión estética hasta nuestros días. Un ser humano se transforma en animal, en mineral o en una planta, pero ¿la transformación obedece a la intención de salvar o de castigar a aquel en quien se opera? Los autores responden en formas diversas según su época, su convicción teológico-filosófica y las circunstancias en que surge su obra. 

La imagen artística refleja a su creador. A pesar de que algunos aspectos románticos como el impulso hacia la libertad, pueden asociarse a visiones más optimistas en torno al hombre y su posición en el mundo, es sabido que el arte brota, al menos según una concepción romántica, de nuestro lado más oscuro y fantástico. El artista no sabe qué incita a sus ojos a mirar con embeleso o con atracción magnética, a las imágenes que lo seducen; pero si mira así es porque quiere penetrar a través de la superficie de las cosas en busca de una luz interna o emotiva que él mismo ha proyectado sobre el mundo. 




Cuando el creador despierta de su sueño, ensueño o pesadilla, descubre que la imagen es una criatura autodirigida, tal y como sucede en "Frankenstein" o en "El retrato de Dorian Gray". El artista no tiene control sobre sus creaciones y ante estas imágenes vivientes del mundo de las sombras, es presa fácil de terror. 

En "El retrato Oval" un hombre herido, que es el narrador protagonista, encuentra refugio al anochecer en un castillo aparentemente abandonado. El un ambiente de sombras y de ensueño, presa de un raro sopor, se dispone a dormir, cuando descubre una galería de cuadros que examina a la luz de un candelabro. Junto a la almohada halla un librito que contiene explicaciones sobre los cuadros y del que se ayuda para descodificarlos. Al mover el candelabro para poder leer mejor, la luz ilumina un rincón oscuro descubriendo un cuadro que antes había pasado desapercibido. Se trata del busto de una joven que ya sugiere la metamorfosis. En el instante en que ve a la joven, el hombre tiene que cerrar los ojos para calmar y subyugar su mirada. El cuadro le impresiona no por su arte ni por la belleza inmortal de la retratada, sino por la ilusión de tratarse de una persona con vida, ilusión que se afinca en él a pesar del marco ovalado, puesto que ella es la que aísla a la mujer representada de la realidad. El librito encontrado contiene la historia del pintor. Informa al protagonista de que la joven, casada con el pintor que la retrató, accedió a posar para su marido. 

El artista que amaba más a su arte que a su esposa, estaba tan enfrascado en su mundo que no se daba cuenta de que la luz fantasmagórica le estaba robando el espíritu y la salud a la joven. La modelo siguió sonriendo a pesar del debilitamiento, porque el artista ponía todo su empeño en la obra de arte. El parecido del retrato era extraordinario, pero cuando solo quedaban dos pinceladas para terminar el retrato, el espíritu de la joven se apagó como una llama de la lámpara. Con el último toque del cuadro, el artista queda en trance y sin apartar la mirada de su obra exclama: "¡Esto es sin duda la vida misma!", solo cuando gira la mirada hacia su esposa se da cuanta de que ha muerto. Es notorio que el proceso creativo se produce de espaldas al modelo o a cualquier intento mimético de representación. La fijación de la mirada en la imagen artística subraya esta negativa a mirar la realidad empírica. La ceguera de Pigmalión se dramatiza en este relato para mostrar la debilidad del artista. La vida del objeto artístico se cobra en la muerte del ser.




Ernest Normand. Pygmalion and Galatea. (1886)

A continuación otra interpretación del mito, según María del Carmen Rodríguez (2010):

Por otra parte, también el relato bíblico de la creación de Adán y Eva comparte algunos elementos, siquiera tangencialmente, con la leyenda de este personaje, pues dice el libro de “El Génesis”: “[entre todos los animales] no había para el hombre ayuda semejante a él. Hizo, pues, Yavé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando su lugar con carne, y de la costilla que del hombre tomara, formó Yavé Dios a la mujer” (“El Génesis” 2: 20-23). Todas estas leyendas tienen en común unos elementos en torno a los cuales se vertebró el planteamiento histórico de la superioridad masculina frente a la femenina, ya que, según la construcción cultural de Occidente, la mujer es creada o formada a partir de un varón, es inferior a él y carece de voz. Otorgan, por tanto, estos relatos una superioridad al hombre, haciéndole creador y modelador de la mujer mientras que a ella le corresponde el papel de ser la receptora de la sabiduría que él le va dictando, convirtiéndola en un personaje pasivo, sumiso y sin voz propia, pues recibe, interioriza y tiene que asumir como propio el conocimiento que le es trasmitido. Éste es el fundamento que subyace en la construcción de género y en el que se ha basado históricamente la relación hombre-mujer. Este principio identifica y define el mito de Pigmalión en nuestra cultura, como el de una relación desigual entre dos personas de distinto sexo en la que el varón, mayor en edad que la mujer y supuestamente más culto, la educa y, por tanto, la modela según unos cánones históricamente establecidos. De acuerdo con la definición que ofrece Roland Barthes en Mythologies:  

Myth is a type of speech, everything can be a myth provided it is conveyed by a discourse. Myth is not defined by the object of its message, but by the way it utters this message. One can conceive of very ancient myths, but there are no eternal ones; for it is human history which converts reality into speech, and it alone rules the life and the death of mythical language (Barthes, 1972, 109-110). 

Según Barthes, Pigmalión es un mito puesto que la historia se ha servido de esta leyenda para hacerle transmisor de un mensaje, aquél que concede capacidad de actuación a un ser masculino sobre una representación femenina, estática y sin voz, ya sea escultórica o literaria. Ahora bien, en cuanto que un mito es un modo de hablar, un mito no es eterno porque es la historia la que lo verbaliza y la que rige la vida y la muerte del lenguaje mítico. Por tanto es transitorio (...). Un mito se puede sustentar secularmente de acuerdo con una construcción social de género interesada para algunos; pero no por ello es eterno, ya que el curso de la historia filosófico-social de los pueblos puede subvertirlo y deconstruirlo. Como parte de esta deconstrucción se utilizan unos recursos para solicitar, lo que Barthes llama “la emancipación del mito”. 


En el ámbito de la psicología también existe un fenómeno llamado el efecto Pigmalión.






Según este artículo de Eva María Rodríguez:

El efecto Pigmalión es un término que utilizó el psicólogo social Robert Rosenthal a raíz de unos experimentos realizados en 1965 para referirse al fenómeno mediante el cual, las expectativas y creencias de una persona influyen en el rendimiento de otra. Rosenthal bautizó este efecto con el nombre del mito griego Pigmalión. Asimismo, cabe señalar que este término tiene su especial origen en la obra del poeta Ovidio. Recordemos, Pigmalión era un escultor que vivía en la isla de Creta y que se enamoró de una estatua que él mismo había creado: Galatea. Tan fuertes eran sus sentimientos por ella que pidió a los dioses que la convirtieran en una mujer de carne y hueso, para poder amarla como una a una mujer real. Afrodita cómo no, le concedió su deseo. Más tarde Pigmalión se casó con ella y fruto de su amor, nació Pafo, su hija. Este concepto, más allá de lo que podamos pensar puede resultar increíblemente útil. De hecho, si hay algo que sabe bien todo buen líder, es que al transmitir expectativas positivas sobre un grupo determinado impacta en el buen rendimiento de ese grupo de personas. Estamos por tanto ante un constructo psicológico de gran interés.

Pigmalión y Galatea 

También conocido como la profecía autocumplida, la esencia del efecto Pigmalión, consiste en cómo las altas expectativas de alguien en relación a otra persona dan como resultado un alto rendimiento en esta última, o en cómo unas expectativas bajas influyen en el otro de manera negativa, afectando a su rendimiento. Cuando estas expectativas, ya sean altas o bajas, proceden de un individuo hacia sí mismo el fenómenos se conoce como efecto Galatea. Así, el proceso clave que subyace tanto al efecto Pigmalión como al efecto Galatea es el poder de las expectativas y cómo estas influyen en las conductas y rendimientos, tanto de los demás como de nosotros mismos. Por lo que si tenemos en cuenta estos efectos, nuestras creencias son más importante de lo que pensamos. Por otro lado, algo que nos explica Susan H. McLeod, de la Universidad de California en un estudio titulado “Efecto Pigmalion o efecto Golem”, es que esta dimensión se da en cualquier escenario social. Lo vemos en la crianza de los niños, en la educación, en el ámbito de empresa y en cualquier lugar donde una persona o grupo de personas deban desempeñar una labor.



El poder de las expectativas 

Una de las investigaciones más importante sobre este efecto fue llevado a cabo por Rosenthal y Jacobson. Podemos profundizar en ella a través de publicaciones como la realizada en la Universidad de Duquesne, Pennsylania. En ese trabajo llevado a cabo en 1968, se informó a un grupo de profesores que a sus alumnos se les había realizado una prueba para evaluar sus capacidades intelectuales. Más tarde, se les indicó cuáles habían sido aquellos que habían obtenido los mejores resultados afirmando además que serían los que mejor rendimiento tendrían. Al finalizar el curso así fue, aquellos que habían sido considerados mejores tuvieron un rendimiento mayor. La cuestión estaba en que la prueba que evaluaba la capacidad intelectual de los alumnos nunca se realizó. ¿Qué sucedió entonces para que unos chicos señalados al azar como los “mejores” llegaran a convertirse en ello? La respuesta la encontramos en que los profesores se crearon altas expectativas en relación a ellos y actuaron a favor para que estas se cumplieran. Así, el clima, la actitud y la predisposición a enseñarles era diferente y más especial. Además, estudios posteriores con estudiantes de diversas edades confirman estos resultados. Visto así, parece que el efecto Pigmalión es un fenómeno positivo al que podemos sacarle mucho partido. ¿De qué manera? Mostrando a los jóvenes lo mucho que se espera de ellos. El problema es que esto es algo más complejo de lo que parece, ya que estas expectativas tienen que ser reales y estar fundamentadas y arraigadas en la mente del adulto que supervisa la educación de esos jóvenes. Es decir, el efecto Pigmalión se produce por lo que comunicamos a través de nuestros gestos, actitudes y mensajes implícitos en lo que decimos por lo que si queremos buenos resultados tenemos que creer en nuestras palabras.

Efectos nocivos del efecto Pigmalión

El hecho de verse reflejado en un hijo o en un alumno y querer que sea como nosotros, que consiga lo que hubiéramos querido o lo que consideramos que debe ser, puede provocar que las consecuencias del efecto Pigmalión se tornen negativas. Las expectativas sobre el otro se manipulan al pasarlas por un filtro personal. De este modo, muchos padres/profesores consiguen que su hijos/alumnos se conviertan justo en lo contrario de lo que quieren ellos mismos porque su lenguaje, sus reproches, sus mensajes se centran constantemente en ello. Cuando un niño oye constantemente cosas como “Siéntate a hacer los deberes, que así no vas a llegar a nada en la vida” o “Si sigues haciendo eso vas ser un desgraciado”, lo que está oyendo es que va a ser un desgraciado y que no va a llegar a nada en la vida. Esos mensajes que los adultos entienden como motivadores lo que hacen es mostrarle al niño unas expectativas muy poco positivas, porque no lo entiende así, puesto que no es capaz de evaluar las consecuencias de algo tan abstracto. Es mucho peor cuando un niño oye algo parecido a “¿Quieres ser tan inútil como tu padre/madre?” o “¿Quieres seguir siendo un miserable toda la vida?”. De modo que no se trata de decir constantemente al otro lo que no queremos que haga, sea o suceda, sino todo lo contrario si queremos obtener buenos resultados e influirle de manera positiva. Los resultados no pudieron ser más positivos y alentadores. La puntuación académica mejoró, sobre todo en lectura y matemáticas. A día de hoy 40 estados de Estados Unidos aplican ya este mismo programa. Un ejemplo sobre el que reflexionar y en el que todos podemos invertir esfuerzos y voluntades.




Evitar los efectos nocivos del efecto Pigmalión 

Para evitar los efectos nocivos del efecto Pigmalión es fundamental que los padres, profesores o adultos que tienen influencia sobre un niño o adolescente hagan un ejercicio de autoexploración. Es lo que les permitirá descubrir cuáles son las expectativas reales que tienen hacia el otro y por qué. En este sentido habría que analizar la realidad, aunque no sea exactamente como nos hubiera gustado. Se trata, por una parte, sacarle el máximo partido a las posibilidades reales y por otra, no imponerle creencias limitantes, sino ayudarle a superarse. Es vital cambiar el modo de expresarse y de formular las afirmaciones, preguntas y comentarios, así como la actitud, la forma de mirar y el tono de voz al hablar para decir lo que queremos transmitir. En este sentido, reconocer al otro por lo que es, cuáles son sus habilidades y todo lo que tiene de positivo ayuda a acompañarlo y a que se sienta acompañado y sobre todo, a que mejore su autoestima y su actitud ante la vida. Asimismo, no podemos concluir este artículo sin insistir una vez más en la abundante evidencia de que el efecto Pigmalión funciona. Hace unos años, el psicólogo Ulrich Boser, creador de un centro de aprendizaje, progreso social entrenamiento de líderes, llevó a cabo un programa en un centro de educación secundaria de Boston (situado en un entorno desfavorecido). La idea era aplicar las bases del efecto Pigmalión entrenando primero al profesorado.



Fuentes:


https://liberoamerica.com/2018/06/30/el-mito-de-pigmalion-en-la-literatura/  

Rodríguez, M. (2019). EL MITO DE PIGMALIÓN EN TEXTOS LITERARIOS Y FÍLMICOS [Revista] (pp. 33-42). 
Retrieved from http://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/download/751/759


https://lamenteesmaravillosa.com/el-desconcertante-efecto-pigmalion/


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